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Técnicas para generar ideas

Actualizado: 5 feb 2021


Por Adrián P. J.


"Yo no podría escribir, no tengo imaginación".


¿Cuántas veces hemos escuchado ese argumento —o excusa— los que nos dedicamos a la escritura? Como si la imaginación fuese algo que se comprara o se obtuviera al nacer. Pero no se trata de poseer o no dicha habilidad, sino del uso que le damos en nuestro día o día. ¿Se plantea alguien si los niños tienen o no un gran poder de imaginación? Por supuesto que no. Las palabras niño e imaginación van de la mano como una hoja y su tallo.

Entonces, ¿qué ocurre? ¿Por qué, una vez adultos, aceptamos que la creatividad es algo que solo unos pocos son capaces de emplear?


Creo firmemente —y muchos estaréis de acuerdo conmigo— que la imaginación es como un músculo. Úsalo y se desarrollará; llévalo al límite y te sorprenderá con ideas inesperadas; olvídalo y se atrofiará para siempre. No esperes a obtener una idea perfecta; el mero hecho de escribir genera nuevos caminos dispuestos a asombrarte.


¿Deseas conseguir la inventiva de un artista? Piensa. Imagina. Crea. Sin excusas, sin ataduras, sin techos invisibles; como si no existiese la fuerza de la gravedad, como si pudieras volar y salir de la atmósfera, o nadar hasta el mismo núcleo del planeta y montar una banda de rock con sus átomos de hierro.


Eso es lo interesante de la imaginación: es tan diferente para cada persona que cada pensamiento puede ser tan fresco como el anterior. Solo debemos sumergirnos en la curiosidad intrínseca con la que venimos al mundo y volver a mirar a nuestro alrededor con esa mirada que tienen los niños que atosigan a sus padres con preguntas. Preguntar, eso es lo que debemos hacer, preguntarnos a nosotros mismos con osadía.


Aquí os presentamos una serie de sugerencias para bucear en el océano de la imaginación. Zambullámonos en ellas.


¿Sobre qué quiero escribir?

Esa pregunta la responderemos con otra pregunta: ¿qué te gustaría leer? Piensa en la historia, tema, personaje o ambientación que disfrutas, en aquel detalle que sientes que te falta cuando lees una novela, un cuento, un artículo. Al fin y al cabo, nosotros mismos somos nuestro mejor lector; deberías escribir algo que te enamorara como un primer beso.


¿Y si...?

Escribe esta pregunta en un folio en blanco o repítela en tu cabeza. Luego, observa a tu alrededor y cambia la realidad visitando cualquier esquina de pensamiento que surja.


¿Qué pasaría si lloviera plata en vez de agua? ¿Y si los humanos no necesitáramos respirar? ¿Y si un rey abdicara en favor de un plebeyo? ¿Qué ocurriría si un sacerdote se convirtiese en narcotraficante, o viceversa? ¿Y si un ángel se enamorara de un demonio? ¿Y si los humanos nunca hubieran existido? ¿Y si las olas se detuvieran para siempre?


“Jamás dejes de hacerte preguntas. Te sorprenderás”.


Modifica algo ya existente.

Escoge un evento en la historia, un cuento ya escrito o un personaje conocido. Reinvéntalo, desnúdalo y vístelo como te plazca. Píntalo de colores chillones o tócale una melodía lenta y suave.


Contempla las cosas desde otro punto de vista a la vez que utilizas la idea previa. ¿Y si Alejandro Magno hubiera sido una mujer? ¿Qué sentiría un soldado nazi enamorado de un judío? ¿Cómo sería una guerra entre pueblos hobbits? Observa hacia dónde te llevan esos caminos. No temas recorrer senderos sin delimitar y adéntrate en cualquier imagen que haga eco en tu mente. Muchas veces la pregunta y la respuesta que estás buscando están al final de un laberinto de pensamientos. Piérdete en ellos y construye tu propia salida.


Coloca a un personaje fuera de su entorno

Un niño obligado a ejercer de abogado, una mujer pacifista en medio de un conflicto bélico, un pintor ciego. Un músico en un mundo donde los instrumentos están prohibidos, un Dios como alumno de instituto, una supermodelo como albañil.

El ser humano es sorprendente cuando sale de su zona de confort. Olvida tu compasión y busca dónde se encuentra el conflicto. Cuanto mayor sea este, más atractiva será la propuesta.




Binomio fantástico

Esta famosa técnica es tan sencilla como fructífera. Escribe dos sustantivos concretos al azar que no guarden relación aparente y encuentra la forma de unirlos. A continuación, lleva la idea hasta el límite.


Coche y agua. ¿Y si los vehículos, en vez de gasolina, necesitaran agua? Quizás las grandes empresas decidieran hacerse con el control de este recurso, o puede que los países entraran en guerra por él. Se crearían mafias, movimientos anticoches y muchas zonas del planeta quedarían desérticas.


Lápiz y estrella. ¿Y si las estrellas pudieran dibujar? Tienen el mayor lienzo del universo, además de parecer un poco aburridas. Crearían cuadros de inmenso tamaño y belleza. Quizás pintaran caminos entre ellas, creando las imágenes de sus propias constelaciones. Puede que incluso aprendieran a escribir poemas sobre los planetas y los propios humanos.


Estira la idea hasta el máximo, hazte decenas de preguntas y busca allí donde tu corazón vibre con las nuevas puertas que se abren ante ti.


Utiliza el mayor recurso del escritor: un bolígrafo y un cuaderno.

Llévalos contigo allá donde vayas y anota cualquier pensamiento que despierte tu imaginación, cualquier atisbo de proyecto o reflexión que pueda crear un río de preguntas y argumentos.


O quizás, como en el caso de Stephen King, esa estrategia no te encaje. El escritor americano explica que, si una idea es buena, permanecerá paseando en tu mente mientras se nutre de tus propios pensamientos.


Escucha música

Usa el poder de aquella música que produzca emociones intensas en ti: ponte los auriculares, cierra los ojos y visualízate dentro de la historia. Una pieza lenta puede sugerirte una escena tranquila, melancólica o romántica. Una obra con fuerza —como la banda sonora de una película— te hará sumergirte en una escena épica. La música celta puede llevarte a los bosques; el rock, a un momento catártico, cierta música clásica histriónica podría inspirarte una escena de terror. La lista es interminable; aprovéchala.


Como puedes comprobar, imaginar está al alcance de todos. Esperamos que, gracias a estas sugerencias, la frase de “Yo no podría escribir”, “No tengo imaginación”, se convierta en un manifiesto del pasado. Pruébalas, aprende de ellas, observa si te funcionan y quédate con las que te sientas más cómodo. Crea las tuyas propias, conócete.


“Al fin y al cabo, tú eres tu mejor profesor”

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