Lo primero de todo, ¿qué es un prólogo?
Existen infinidades tipos de prólogos, pues, al fin y al cabo, la literatura es un mundo libre cuyo lienzo blanco de la hoja no exige leyes ni reglas. Los escritores han hecho uso de numerosos tipos de prólogos a lo largo de la historia, y seguirán inventándose otros.
En este artículo me centraré en el que la rae define, en su tercera acepción, como “la primera parte de una obra, en la que se refieren hechos anteriores a los recogidos en ella o reflexiones relacionadas con su tema central”. Es decir, aquella escena, normalmente breve, previa a la trama principal.
¿Y qué características tiene?
1. Establece el género y el tono. Como si fuera una especie de teaser, nos presenta un aperitivo de lo que nos vamos a encontrar en el resto del libro o película. El prólogo de El imperio final, de la serie de Nacidos de la bruma de Brandon Sanderson, comienza con Kelsier, un maestro de la magia alomántica, visitando una plantación de esclavos llamados skaa, donde mata al capataz que los controla e insta a los esclavos a rebelarse. Con solo leyendo el prólogo, podemos intuir el género y el tono (en este caso, fantasía épica sobre una revuelta de esclavos).
2. Sitúa el espacio y el tiempo y expone antecedentes necesarios. En Harry Potter y la Piedra filosofal, el primer capítulo (que, aunque Rowling no lo trata como prólogo, podría considerarse uno al estar alejado en el tiempo de la trama principal y al presentar una voz narrativa distinta), nos muestra a los Dursley, y somos testigos de cómo Dumbledore, McGonagall y Hagrid dejan a Harry de bebé en la casa de sus tíos. De este modo descubrimos qué ha ocurrido con los padres de Harry y, por supuesto, nos sitúa en la Inglaterra de los años 80 y 90.
3. Ofrece promesas. En la película de Marvel Infinity War, nos encontramos a bordo de la nave procedente de Asgard junto a Thor, Loki y Hulk. Thanos asedia la nave y mata a Loki, para después afirmar en voz alta; “esta vez sin resurrecciones”. De este modo, Thanos deja claro que va en serio y que tiene intención de matar. Y, bueno, todos sabemos de sobra cómo acaba la película.
¿Cuándo usar un prólogo?
Si decidimos escribir un prólogo en nuestra historia, deberíamos tener claro por qué. A veces —especialmente en fantasía y ciencia ficción—, nos topamos con prólogos muy explicativos, con mucha información acerca del mundo que al lector no le interesa en absoluto (aún). Puede que ese mundo que el autor quiera explicar sea brillante, pero deberíamos entretejer los datos con la historia, tal como hace Tolkien en El señor de los anillos, donde experimentamos La Tierra Media de la mano de sus personajes a medida que el libro avanza.
Ser breve en la cantidad de información que se muestra al principio siempre será positivo; nadie quiere empezar una novela leyendo un fragmento sacado de una enciclopedia. Eso solo nos llevará a que el lector se salte el prólogo, se confunda mientras lea la novela y te culpe a ti por no haberlo explicado bien (porque se habrá olvidado de la existencia de ese prólogo, ¡te lo aseguro!).
El prólogo es el tentempié ideal para hacer que el lector se moje los labios y visualice el sabor del plato principal del libro. ¡Aprovechad la ocasión! Una imagen poderosa, una pincelada de misterio, un rasgo cautivador de un personaje… lo que sea con tal de seducir al lector.
Y tú, ¿recuerdas algún prólogo en especial? ¿O eres de los que se los saltan? ¡Cuenta, cuenta!
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